Me llamo Gil y nací en Lleida en 1975. Desde mi niñez he buscado expresar lo que me pasa por dentro, a la vez que experimentar con los diferentes lenguajes que he ido descubriendo. De hecho, para mí ha sido lo cotidiano, algo espontáneo que me urge de manera no prevista. En todo momento ha estado latente en mí esta energía para buscar comprenderme e ir más allá. Otras veces, para escapar o curarme.

Estudié, sin buscarlo, filología catalana en la UdL, con un amor incondicional por la teoría literaria, la poesía y la novela desde el romanticismo hasta la época contemporánea. Se lo debo en gran parte a Núria Perpinyà, que fue inspiración y referente. También sin yo quererlo, me adentré en el mundo periodístico como corrector, traductor y editor en un periódico de interior que en verano llegaba a la costa.

Al final, queriendo, huí y busqué cómo trabajar en algo en lo que pudiera dar rienda suelta a mi creatividad: y me vine también yo a la costa, a Barcelona, a estudiar diseño de interiores en BAU, mientras daba clases en centros de secundaria.

Una sóla vez trabajé de interiorista, y fue un fracaso. Un derrumbe que me llevó a la foto de una manera consciente y decisiva. Gracias a diferentes amigxs y más tarde a Ana Benavent y Maribel Mata de Vivero, poco a poco fui descubriendo en la imagen una forma diferente de expresarme, algo alquímico que se parecía a la poesía y que me permitía ahondar de entrada en mis espacios interiores.

Mi padre dice que esto de la foto es un hobby, que no da de comer. Y, aún así, me empeño en ello, en darlo todo y vaciarme, o llenarme. En seguir comprando carretes, en hacer fanzines, en desarrollar proyectos en los que reflexiono sobre lo que me rodea o me nace. No sé si soy fotógrafo, poeta, diseñador, maestro, artista o qué. Quizás lo que me resuena más es decir que soy autor, como quién conduce un auto por un camino de cabras sin saber a dónde va a llegar. Tampoco me importa. Sólo sé que por ahora me da tanto que me atrapa. Y eso ya cuenta.